Mesa de la Castaña gestionó presencia de especialistas quienes, junto a investigador de INIA Quilamapu, consideran acrecentar productividad local del rubro, incorporando tecnologías a un sector que tradicionalmente se sostiene sin riego.
Ñuble es la principal región de Chile en términos de producción y superficie de castañas, concentrando alrededor del 90 % de ella en la precordillera andina, principalmente entre las comunas de Yungay, El Carmen y San Ignacio. Según información de Odepa-Cirén de 2019, en la zona existen 769 hectáreas de castaños, correspondientes a las variedades sativa (tradicionales) y tipo marrón, introducidas a partir del año 2000. Hasta ahora, la generación de frutos se da de manera prácticamente natural, sin riego y con escaso manejo agronómico.
Esta realidad motivó, en 2020, la creación de la Mesa de la Castaña, grupo multidisciplinario compuesto por productores, directivos de la asociación de agricultores de la castaña, exportadores, asesores e investigadores nacionales e internacionales, además de autoridades regionales encabezadas por el seremi de agricultura de Ñuble, César Rodríguez.
El integrante de la mesa e investigador en manejo agronómico de frutales mayores de INIA Quilamapu, Jorge Retamal, indicó que a diferencia de los grandes países productores de castañas, como Italia y España, Chile no presenta las enfermedades y plagas de mayor recurrencia, lo que significa una ventaja productiva y económica, y también un beneficio ambiental por la menor carga de pesticidas y fungicidas, y un aumento en la utilidad del negocio para el productor.
En el marco del Primer Foro Internacional de la Castaña realizado en noviembre, en Chillán, participaron como expositores el representante de ProChile en Milán, Italia, Vittorio Macaluso, el investigador del Centro Regional de Castañicultura del Piamonte, Alessandro Tomatis, y el fitopatólogo de la Universidad de Tuscia, Andrea Vaninni, quienes además conocieron la realidad productiva de la castaña en la región de Ñuble. Bajo esta dinámica, pudieron asesorar a productores locales en el manejo del castaño, dadas sus experiencias en el desarrollo, producción y comercialización del fruto.
Prácticas para incrementar productividad
Jorge Retamal indicó que uno de los aspectos conversados con la delegación italiana fue el potencial intercambio de material genético que posibilite el uso de portainjertos resistentes a eventuales enfermedades fungosas y que “además nos permitan aumentar la densidad poblacional mediante patrones enanizantes”. El experto en frutales explicó que la ventaja de contar con árboles de menor envergadura, radica en que estos permiten duplicar la densidad, lo que anticipa en uno y dos años la entrada en producción (normalmente empiezan a ser productivos entre el 5° y 7° año). Agregó que ello posibilitaría incrementar los rendimientos de fruto entre un 20 y 30 % por temporada, con el consiguiente beneficio económico para el productor.
El investigador de INIA Quilamapu detalló que un árbol adulto produce unos 2 mil 500 kg por hectárea, mientras que un árbol con manejo agronómico puede sobrepasar los 3 mil 500 kg.
En cuanto a eventuales riesgos fitosanitarios al traer material genético al país, Retamal aclaró que “estos se minimizan con la introducción de material vegetal in vitro, que garantiza la sanidad del mismo”, además de la obligación de las cuarentenas, tanto en el país de origen como en Chile, y de la exigencia de un certificado fitosanitario que acredite estar libre de plagas y enfermedades.
El experto sostuvo que también se trató el tema del manejo sustentable de los huertos de castaño, considerando el uso de biofertilizantes, biopesticidas y técnicas sustentables que apunten a mejorar la calidad y productividad de los huertos actuales y futuros. “Ellos tienen tecnología en la cosecha y máquinas generadoras de compost de corto tiempo, que podrían incorporarse en las actividades productivas de la región”. Por último, resaltó la importancia de incorporar riego tecnificado y de conocer la demanda de agua de los huertos en plena producción, lo que permitiría incrementar sobre un 30% los rendimientos de fruta por hectárea.