Desde que se advirtió su presencia en Chile en 2017, la mosca de alas manchadas o Drosophila suzukii ha concentrado la atención de agricultores e investigadores para intentar frenar el daño que genera en el sector frutícola nacional. La experiencia alcanzada por el Laboratorio de Entomología de INIA Quilamapu en Chillán, captó el interés de una investigadora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA, de Argentina, quien permaneció por casi un mes en Ñuble para aprender más del comportamiento de esta agresiva plaga y compartir su propia experiencia con este insecto en Mendoza.
Durante los últimos seis años, la presencia de la mosca Drosophila suzukii ha sido fuente de gran preocupación entre los productores de frutas del centro y sur de Chile, al ser la causante de grandes pérdidas económicas en huertos de berries y cerezos, afectando, principalmente, a la agricultura familiar campesina. “La intensidad del ataque de esta plaga depende de la combinación del clima, manejo del huerto y oferta de fruta”, indicó el investigador y entomólogo de INIA Quilamapu, Luis Devotto, quien hace siete años estudia el comportamiento y alternativas de control de este insecto.
El especialista agregó que la mosca se torna más peligrosa en los huertos más pequeños y en las casas con frutales, ya sea por falta de herramientas de control efectivas para estos segmentos o por falta de estímulos para controlarla. El ingeniero agrónomo y doctor en ciencias agrarias destacó que esta plaga tiene un alto potencial reproductivo, toda vez que la fruta que cae al suelo, ya sea por sobre madurez y/o por falta de cosecha, reúne las condiciones ideales para que el insecto se reproduzca y dé origen a “verdaderas nubes de nuevas moscas”. Detalló que un solo kilo de arándanos que llega al suelo, puede originar 1.100 larvas de Drosophila suzukii, y que en tan solo dos semanas pueden ser los padres de decenas de miles de nuevos individuos que reiniciarán una y otra vez el ciclo de vida. Devotto aclaró que esta plaga llegó a Chile para quedarse y que es necesario aprender a vivir con ella, intentando limitar el daño que genera, para continuar con el proceso de comercialización y exportación de berries y cerezas.
Visita de investigadora argentina.
Es en el Laboratorio de Entomología de INIA Quilamapu, donde el investigador Luis Devotto y su equipo llevan adelante varias líneas de investigación y capacitación concernientes a la mosca de alas manchadas. La información registrada -de varias temporadas- de los hábitos y conducta de este insecto con especies frutales, regiones y tipos de producción, son indispensables para aumentar la eficacia de las estrategias de control. Este bagaje técnico fue el que quiso conocer la agrónoma e investigadora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Argentina, Carla Chiandussi, quien se desempeña en la Estación Experimental La Consulta, de Mendoza. Durante tres semanas, Chiandussi se sumó al equipo para realizar actividades de campo y de laboratorio. Su interés se concentró en evaluar los daños que genera la mosca en la calidad de la fruta, así como en la residualidad de diferentes insecticidas utilizados para provocar la muerte de las hembras adultas e impedir el nacimiento de nuevas generaciones de Drosophila suzukii. Respecto de la experiencia adquirida, la investigadora argentina indicó que “las metodologías utilizadas en ensayos de campo, aportan un montón desde el punto de vista práctico y de registro para futuras recomendaciones al productor”.
A pesar de que la mosca de alas manchadas se registró por primera vez en Buenos Aires en 2014, Carla Chiandussi indicó que en la provincia de Mendoza la población de este insecto y los daños generados son bajos hasta ahora. “Se presenta como una plaga más a finales del verano y principios del otoño”, según lo demuestra parte de su trabajo que queda reflejado en las curvas poblacionales de Drosophila suzukii.
En cuanto a los frutales hospederos y lugar de multiplicación de este insecto, la profesional mencionó que son similares a los de nuestro país, y que básicamente están constituidos por huertos de cerezas, frutillas y frambuesas, resultando afectadas un 5 % de ellas.
La investigadora de INTA agregó que el conocimiento adquirido le será también de utilidad para su tesis de doctorado en Biología que realiza en la Universidad Nacional de Cuyo, dedicada al ciclo de vida de Drosophila suzukii, su estructura poblacional y evaluación con insecticidas orgánicos. Finalmente, Carla Chiandussi destacó que su interés en conocer el trabajo del entomólogo de INIA Quilamapu, Luis Devotto, se generó por ser este un referente en la materia en el cono sur sudamericano.